sábado, 26 de septiembre de 2015

Los Jardines de Nunca Jamás







“Todos los niños crecen excepto uno” Así empieza la novela de J. M. Barrie, “Peter Pan y Wendy”
Con estas evocadoras palabras, el novelista escocés sumergió al mundo entero en el reino de hadas, donde los niños se niegan a crecer y pueden salir volando por las ventanas de sus cuartos para viajar al País de Nunca Jamás girando en la segunda estrella a la derecha y siguiendo todo recto hasta el amanecer.

Pero lo que muchos desconocen es que ese lugar, además de ubicarse en el firmamento de nuestra imaginación, más allá del Big Ben, también ocupa un lugar real, los Jardines de Kensington, en el mismo corazón de Londres, donde el escritor se inspiró para escribir esta obra, y donde, asegura, por las noches se pueden ver a decenas de hadas saliendo de sus escondites para realizar sus labores.

“Hay gente que dice que no cree en las hadas, pero si dijeron esto en los jardines de Kensington, seguramente lo hicieron delante de al menos una de ellas”

Aunque por el día suelen estar descansando, lo cierto es que hay numerosos testimonios de personas que aseguran haber percibido su aleteo con el rabillo del ojo mientras se hacían pasar por flores o se escondían entre los matorrales. Y es que Kensington Gardens es realmente un lugar mágico y encantador que se yergue en el corazón mismo de la capital británica. Su gran extensión, unida al lago Serpentine, y sus numerosos árboles y arrayanes, sin contar con las aves que anidan en los alrededores, componen el lugar ideal para hacer volar nuestra imaginación, como le sucedió a James Barrie. Y es que caminar por estos lugares, sobre todo por las inmediaciones de la estatua de Peter Pan, es como dar un paseo por los jardines de nuestra infancia, donde todo puede pasar. Los rumores del lago, el perfume de las flores y la espesura de los árboles y la vegetación están cargados de misterio. Así, si no estás atento, puedes meterte sin querer en un círculo de hadas y atravesar el tiempo, pues muchos son los que dicen haber entrado en el parque por la mañana y aparecieron a los tres o cuatro días sin saber qué había pasado ni dónde habían estado. Pero quizás, en lugar de haber entrado en un círculo de hadas, lo que sucedió es que tuvieron la suerte de escuchar la melodía de la flauta de pan de Peter, una Siringa con propiedades para elevar a los seres humanos a otros planos diferentes de consciencia.

Como sucede con Hyde Park, el parque anexo, antes de entrar en Kensington debemos, según nos recomendó Mary Poppins, acordarnos de hacer un poco de magia como en la película: pensar, guiñar los ojos, pestañear dos veces y saltar. Si no funciona lo mejor es usar la palabra mágica: supercalifragilisticoexpialidoso

Sin embargo, solo los corazones puros pueden reconocer a las hadas, y esto sucede solo porque ellas primero no te han percibido como su enemigo natural y han dejado que las veas.
Por eso los niños no tienen ninguna dificultad en jugar con ellas mientras los adultos, distraídos, hablan de fútbol, política o economía… todo lo que ciega los ojos y cierra el corazón.

“Es muy difícil saber algo del mundo de las hadas, pero lo que sí se sabe con toda seguridad es que hay hadas donde hay niños.”

James Barrie descubrió que el mundo de los niños y el de los adultos son excluyentes el uno del otro. Mientras la inocencia y la bondad son la llave del País de Nunca Jamás, el “yo” y lo “mío” son la entrada al mundo de la economía de mercados, de la corrupción del poder y de los esfuerzos de ciertos intereses oscuros por sojuzgar la libertad del ser humano para que dejemos de soñar y nos convirtamos en meros consumidores compulsivos.

Con la edad adulta nos hemos olvidado de reír, de nuestros pensamientos alegres, aquellos que, junto al polvo de hadas, nos hacían volar, y esa comunicación que antaño teníamos con los seres mágicos de nuestra imaginación se fue perdiendo entre la vorágine de colores que el mundo tecnológico nos ofrece.

Sin embargo, James Barrie, como Sir Arthur Conan Doyle y Harry Houdini, eran un “ni-lo-uno-ni-lo-otro” Es decir, niños que se perdieron en los Jardines de Kensington después de que cerraran las puertas para hacer un pacto con Peter y así no tener que crecer jamás. Por tanto, aunque sus cuerpos mostraban su edad aparente, sus corazones no podían mancharse con la oscuridad de este mundo, y por eso podían volar como los pájaros y reír con las hadas, porque no olvidaron sus pensamientos alegres, los que los elevaban por encima de Londres cuando saltaban por las ventanas de sus casas para llegar al País de Nunca Jamás, es decir aquí, a Kensington Garden.

“La razón por la que los pájaros vuelan y nosotros no, está en el hecho de que ellos tienen una fe ciega, porque tener fe significa tener alas.”

Y, aunque el cuento original se llamó “Peter Pan en los Jardines de Kensington”, algo más tarde, cuando James conoció a la familia Llewelyn Davies, fue cambiando poco a poco la historia auspiciado por el tiempo de juegos que pasaba con los cuatro chicos hasta completar la obra que todos conocemos.
Tanto amó este hombre el mundo de los niños, que cuando murió, cedió los derechos de su obra al Great Ormond Street Hospital, que fue el primer hospital para niños de Inglaterra, fundado en Londres en 1852

Pero lo que también resulta innegable es que el autor, cuya casa todavía se ubica en el número 100 de la calle Bayswater, justo frente a la entrada de los jardines y muy cerca de la estatua de Peter, creía firmemente que en este lugar se escondía la puerta al mundo de la fantasía, y que alguien atento podría, sin mayor esfuerzo, notar el aleteo de los seres mágicos volar a su alrededor.
Así escribió su cuento de niños dedicado a los adultos que, como él, se negaron a crecer. A todos los Niños Perdidos que todavía soñamos con Peter Pan y viajamos hasta aquí para poder encontrarnos con hadas a la vera de su estatua, donde también él mismo suele aparecerse.

"50 Cuentos Universales para Sanar tu Vida."

jueves, 24 de septiembre de 2015

50 CUENTOS UNIVERSALES PARA SANAR TU VIDA



"Hace tiempo escuché del venerable maestro Goenka-Ji que en cierta ocasión se le acercó un hombre y le dijo: - Señor, vengo a pedirle ayuda porque su monasterio corre peligro. El alcalde de la ciudad planea derribarlo y, si esto sucede, su elefante y sus monjes no tendrán adonde ir - Goenka, visiblemente desconcertado, respondió: - Amigo mío, se está usted equivocando de persona. Yo jamás he tenido un monasterio, ni un elefante... realmente no sé de qué me está hablando. - Pero el hombre insistió - Si, Goenka-Ji, su monasterio, sus monjes y su elefante - El maestro, sin comprender nada, volvió a responder: - Amigo mío, yo solo me dedico a impartir cursos de meditación y ni siquiera soy monje, ¿cómo podría tener un monasterio? - Pero el hombre seguía insistiendo: - Goenka-Ji, su monasterio, sus monjes, su elefante... - Entonces Goenka recordó que algunas nobles personas, sobre todo en la India, para luchar contra el apego al “yo” y a las cosas, tienen la costumbre de cambiar la palabra "mío" por "tuyo", y el pronombre "yo" por "tú". Por tanto, lo que aquel hombre realmente quería decir era que su monasterio, sus monjes y su elefante corrían peligro.

Cuando Goenka por fin lo comprendió, se entristeció al descubrir que incluso un monje podía ser víctima del apego a lo que le rodeaba, sin embargo a mí maravilló aquella práctica, cuya finalidad era la de ponernos en la piel de nuestros semejantes, cambiando nuestro ego y nuestras posesiones por las suyas, y acepté, contrariamente al maestro, que luchar por lo que es justo no tiene nada que ver con el apego, sino con la justicia... Yo no sé realmente qué sucedió al final con el monasterio, ni con los monjes, ni con el elefante, pero lo que sí sé es que cuando realizo esta técnica, mi punto de vista cambia y me siento más unido a todos mis semejantes, pues comprendo que comparto con ellos algo más que la vida." LA TABERNA DEL DERVICHE

Si te gustan los cuentos espirituales como éste, ya está a la venta mi nuevo libro "50 cuentos universales para sanar tu vida" Ediciones Cydonia. Disponible en librerías, grandes superficies como el Corte Ingles, Fnac, Casa del Libro y tiendas especializadas... Un soplo de aire fresco para el alma.


lunes, 7 de septiembre de 2015

La Mariposa y La Luna



Julia Butterfly Hill tenía veintitrés años cuando decidió salvar a Luna, una secuoya de sesenta metros de alto y más de quinientos años, subiéndose a una sus ramas, a cincuenta metros, para evitar así que la empresa maderera Pacific Lumber la talase junto a otros tantos árboles del bosque de Stanford, California.
Lo que en principio debía ser solo una o dos semanas, hasta que otra persona la relevase, llegó a durar dos años.
Desde pequeña, solían llamar a Julia con el sobrenombre butterfly, mariposa, porque en cierta ocasión, de camino a casa, una mariposa se le posó en el hombro, acompañándola durante un largo trayecto.
Quizás aquello fue el detonante para que esta joven comenzase a sentir una increíble conexión con la naturaleza, lo que la llevaba a dar cada vez más paseos por el bosque, a sentarse bajo cualquier árbol y a aficionarse a contemplar el cielo nocturno.
Mientras algunos de sus compañeros le suministraban comida y objetos de higiene básica desde abajo, subiéndoselos mediante poleas, otros, afines a los intereses de la maderera, le tiraban piedras y chorros de agua para hacerla caer, o la insultaban, amenazando a su familia y agrediendo a sus amigos. Todo para hacer que la pequeña mariposa dejase su rama del árbol.
Sin embargo, aunque al principio se la podía ver con unas zapatillas de deporte, por alguna mística razón, de un día para otro, Julia también las dejó caer. Ahora se sentía unida a la secuoya y no quería que un trozo de plástico, o cualquier otra cosa, impidiera esa conexión. Árbol y humano llegaron a fundirse en un solo ser, y ambos cuidaban el uno del otro.
A pesar del fuego intencionado que los secuaces de la empresa de maderas provocaron para obligar a Julia a bajar, todo fue en vano. La misión de la joven había trascendido su individualidad y ahora era un reflejo del espíritu de toda la humanidad que, como ella, abrazaba a la naturaleza buscando de nuevo aquel lugar que dejamos olvidado con el correr del mundo. El alma de Julia fue haciéndose cada vez más y más grande, albergando también al bosque entero. En su pecho podía sentir el latir del planeta, que ahora le hablaba directamente al corazón, y no comprendía cómo alguien podía pensar que, haciendo daño a la tierra, ese daño no repercutiría directamente también en los hijos de la tierra.
Al cabo de un tiempo, y a pesar de las maldades que había tenido que soportar por parte de la maderera, la empresa, decidida a lavar su imagen, se comprometió a respetar a Luna y a los otros árboles en sesenta metros a la redonda, y por fin la mariposa pudo bajar de su árbol.
No obstante, su lucha no ha terminado, y sigue formando parte de las sentadas para impedir la tala de árboles en norte américa, además de haber fundado la organización Circle of Life. Además, su obra, El Legado de Luna, ha servido para concienciar y emocionar a cientos de personas de todo el mundo, acercándonos así más a unos bosques que, gracias al sencillo aleteo de una pequeña mariposa, ya no nos parecen tan lejanos.


 “Una mariposa batiendo sus alas puede cambiar el mundo entero” Proverbio Chino