lunes, 7 de septiembre de 2015

La Mariposa y La Luna



Julia Butterfly Hill tenía veintitrés años cuando decidió salvar a Luna, una secuoya de sesenta metros de alto y más de quinientos años, subiéndose a una sus ramas, a cincuenta metros, para evitar así que la empresa maderera Pacific Lumber la talase junto a otros tantos árboles del bosque de Stanford, California.
Lo que en principio debía ser solo una o dos semanas, hasta que otra persona la relevase, llegó a durar dos años.
Desde pequeña, solían llamar a Julia con el sobrenombre butterfly, mariposa, porque en cierta ocasión, de camino a casa, una mariposa se le posó en el hombro, acompañándola durante un largo trayecto.
Quizás aquello fue el detonante para que esta joven comenzase a sentir una increíble conexión con la naturaleza, lo que la llevaba a dar cada vez más paseos por el bosque, a sentarse bajo cualquier árbol y a aficionarse a contemplar el cielo nocturno.
Mientras algunos de sus compañeros le suministraban comida y objetos de higiene básica desde abajo, subiéndoselos mediante poleas, otros, afines a los intereses de la maderera, le tiraban piedras y chorros de agua para hacerla caer, o la insultaban, amenazando a su familia y agrediendo a sus amigos. Todo para hacer que la pequeña mariposa dejase su rama del árbol.
Sin embargo, aunque al principio se la podía ver con unas zapatillas de deporte, por alguna mística razón, de un día para otro, Julia también las dejó caer. Ahora se sentía unida a la secuoya y no quería que un trozo de plástico, o cualquier otra cosa, impidiera esa conexión. Árbol y humano llegaron a fundirse en un solo ser, y ambos cuidaban el uno del otro.
A pesar del fuego intencionado que los secuaces de la empresa de maderas provocaron para obligar a Julia a bajar, todo fue en vano. La misión de la joven había trascendido su individualidad y ahora era un reflejo del espíritu de toda la humanidad que, como ella, abrazaba a la naturaleza buscando de nuevo aquel lugar que dejamos olvidado con el correr del mundo. El alma de Julia fue haciéndose cada vez más y más grande, albergando también al bosque entero. En su pecho podía sentir el latir del planeta, que ahora le hablaba directamente al corazón, y no comprendía cómo alguien podía pensar que, haciendo daño a la tierra, ese daño no repercutiría directamente también en los hijos de la tierra.
Al cabo de un tiempo, y a pesar de las maldades que había tenido que soportar por parte de la maderera, la empresa, decidida a lavar su imagen, se comprometió a respetar a Luna y a los otros árboles en sesenta metros a la redonda, y por fin la mariposa pudo bajar de su árbol.
No obstante, su lucha no ha terminado, y sigue formando parte de las sentadas para impedir la tala de árboles en norte américa, además de haber fundado la organización Circle of Life. Además, su obra, El Legado de Luna, ha servido para concienciar y emocionar a cientos de personas de todo el mundo, acercándonos así más a unos bosques que, gracias al sencillo aleteo de una pequeña mariposa, ya no nos parecen tan lejanos.


 “Una mariposa batiendo sus alas puede cambiar el mundo entero” Proverbio Chino

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